Taichí Marcial: una ambigua disciplina


"La violencia es el último recurso del incompetente"

Isaac Asimov

Muchos practicantes de Taichí desconocen (o no quieren conocer) la faceta marcial del Taichí o Taichí-chuan. Y es que una disciplina que se ha hecho popular, principalmente, por sus beneficios para la salud y el bienestar, parece no tener nada que ver con el combate, pero ambas facetas van de la mano. Y no porque sean dos caras diferentes de una misma moneda, sino porque la comprensión de cada una de ellas potencia a la otra.

Los primeros practicantes del Taichí-chuan de la antigüedad, o de dinámicas corporales similares a este, buscaban el bienestar, pero también la seguridad de poder defenderse de posibles agresores. Esto hizo que fuera practicado no solo por luchadores, sino también por campesinos, monjes o, incluso, por trabajadores de la administración pública.

El objetivo principal consistía, básicamente, en aprender a disponer el cuerpo y la mente de manera que si uno sufría una agresión el daño fuera mínimo. Pero no sólo por la relajación que facilita poder encajar golpes, sino también por la fluidez que permite zafarse de un agarre o por la postura equilibrada que permite evitar un derribo.

Hoy en día, pocas son las escuelas que desarrollamos la parte marcial del Taichí, principalmente porque son pocos los alumnos que demandan esta enseñanza. Mi experiencia con la práctica marcial es que, siguiendo el Camino adecuado, aprender a luchar no implica volverte violento, sino todo lo contrario. Salvo algunas excepciones, que siempre las hay, la practica marcial fomenta el autocontrol y la seguridad en uno mismo, no la agresividad.

Tras practicar varios estilos de artes marciales, decidí dejar de practicar técnicas basadas en la pegada o en el impacto directo. Pero enfrentarse a la conducta violenta sin golpear al otro es mucho más difícil que tratar de terminar una confrontación con un impacto directo que le deje inconsciente. Todos sabemos, de manera más o menos precisa, golpear a alguien. Sin embargo, la verdadera técnica marcial, fina y depurada, implica controlar la agresividad sin que nosotros suframos daño, y también sin que el otro sufra daño. Y aún así, las lesiones suelen ser habituales, pero son mucho peores si ambos implicados basan sus movimientos en tratar de golpear al otro.

Por esa razón, una de las principales capacidades que se desarrollan en la práctica del Taichí en pareja es la sensibilidad. Con sensibilidad aprendemos a absorber la fuerza del otro, a canalizarla sin que nos haga daño, y desde ahí podemos demostrarle, con nuestros movimientos de control, que su violencia no va a permitirle obtener nada, y que ese no es el camino eficaz para lograr objetivos, de tipo que sean.

Las principales técnicas marciales de Taichí se basan en el yin-yang. Cuando el otro aplica una fuerza sobre nosotros (yang), cedemos en esa parte del cuerpo (yin) donde aplica su presión, agarre o golpe. Ceder es clave para permitir que su fuerza se agote, y que podamos crear un "yang" sobre él. El Taichí no está diseñado para ir a pegar alguien. Sólo cuando el otro inicia la pelea, nuestro cuerpo se dispone para evitar el daño y equilibrar esa energía que ejerce sobre nosotros. Y eso es lo difícil de esta disciplina, que sólo es eficaz desde la calma, la sensibilidad y la espera.

Si me golpean y respondo con otro golpe, el intercambio de impactos continua hasta que uno de los dos acaba inconsciente, y casi siempre con ambos lesionados. Conseguir atenuar la agresividad de alguien implica realizar movimientos suaves que no azucen más al otro, ni que le inviten a ir aumentando si nivel de activación y de hostilidad. Se establece un diálogo corporal en el que el discurso verbal ha sido abandonado por una de las partes, y el intercambio de agarres, golpes y empujones es el nuevo lenguaje. Si respondemos a un empujón con otro empujón, la intensidad aumentará cada vez más. Pero si cedemos ante un empuje, no estamos invitando a que el siguiente se incremente, sino a que se atenúe.

Es curioso como muchos que afirman ser pacíficos, que dicen no querer fomentar la violencia, y que consideran que es mejor dialogar que pelear, al practicar el Tui-shou y establecer con ellos un interacción física, reaccionan con brusquedad, con agresividad y competitivamente. Afirmar ser pacífico no te hace pacífico, y puede ser la manera inconsciente de ocultar una violencia latente en el propio carácter.

En la práctica de Taichí en pareja se ponen de manifiesto las tensiones, los miedos y la falta de coordinación corporal. Por eso, es una dinámica muy útil para tomar conciencia de estos aspectos, lo que amplia los aspectos saludables de esta disciplina, y abre la puerta, a quién lo desee, de usarla como una técnica de defensa personal.

Comentarios