EL Taichí como terapia corporal

Son muchos los artículos, e incluso las investigaciones, que han demostrado los efectos beneficiosos del Taichí en dolencias como la artrosis, la fibromialgia, la osteoporosis o los problemas cardiacos. Pero quisiera centrarme en lo que serían, desde mi punto de vista, lo efectos más directos que aporta la práctica regular del Taichí: son los relacionados con el bienestar y la funcionalidad de la columna vertebral y el sistema músculo-esquelético.

El Taichí como Gimnasia Postural

Lo primero que enseñamos en nuestra escuela a los alumnos es la correcta alineación de las articulaciones y el adecuado posicionamiento de la espalda. El objetivo principal es adoptar una postura que minimice la presión en las articulaciones, especialmente en las intervertebrales, así como en los discos. Con una posición equilibrada, erguida y con el mínimo de tensiones, las vértebras están más cómodas y su movimiento es más libre y amplio.

El esfuerzo en las piernas - Enraizamiento

Cuando canalizamos la actividad muscular hacia las piernas, la espalda también se relaja con mayor facilidad (especialmente la zona lumbar), reduciendo las tensiones. Esto baja la probabilidad de tener dolores asociados a la hipertonía de los músculos que se insertan en la columna y que la movilizan.

Este esfuerzo en las piernas, realizado por los músculos cuádriceps, es denominado en muchos textos como "enraizamiento", y se produce al flexionar las rodillas. Esta flexión es preciso realizarla con sumo cuidado, ya que si el peso no esta repartido de manera uniforme en toda la planta, la articulación de la rodilla puede resentirse.

De igual manera, al flexionar las rodillas, la pelvis ha de bascularse en ligera retroversión, reduciendo así el arco lumbar, y evitando provocar una hiperlordosis. De esta manera, preservamos la integridad osteo-articular de la columna.

Conciencia de "lo que hay que relajar"

Es relativamente fácil realizar un movimiento y activar los músculos adecuados para hacerlo, excepto si se padece alguna patología neurodegenerativa. Pero en Taichí, es más relevante tomar conciencia de aquello que hemos de relajar para hacer ese movimiento, que de aquello que tenemos que tensar. Quitar las tensiones innecesarias es una de las grandes lecciones de esta disciplina, sin embargo, suele ser muy difícil lograrlo cuando tenemos hábitos tensionales involuntarios instaurados en nuestra biomecánica.

Por ejemplo, al elevar el brazo, es esencial prestar atención a las tensiones que se pudieran generar en el hombro, pues no sólo limitan la amplitud del movimiento de la extremidad superior, sino que además tienden a acumular tensión en el cuello y en el propio hombro. De hecho, las contracturas más extendidas, estadísticamente, son las que se generan en esta zona.

El sentido de la lentitud

Para corregir la postura, sentir cómo es la pisada, o tomar conciencia de las tensiones improductivas, es preciso un trabajo profundo de atención corporal. Esa es una de las razones (y no es la única) por las que el Taichí requiera lentitud. Sólo si nos movemos despacio podremos sentir, evaluar y modificar estos aspectos que hemos comentado y que constituyen el beneficio más directo y tangible del Taichí como terapia corporal.

Pero esta lentitud puede resultar exasperante para algunos, ya que no están habituados a ese ritmo, y prestar atención a las diversas sensaciones corporales no ayuda, ya que les pueden incluso provocan cierto grado de ansiedad. Por eso, el desafío de la lentitud es tan incomodo, y es una de las razones por las que muchos deciden no iniciarse en esta práctica, y eligen disciplinas algo más dinámicas...


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