La era de la inmediatez

Hoy en día nos hemos acostumbrado a que todo sea inmediato: si tardan en atendernos, enseguida nos alteramos; si una página no se carga en menos de un segundo, pasamos a otra; si alguien no nos responde según le preguntamos, nos resulta hiriente... Nos estamos acostumbrando a una inmediatez obsesiva en la que no damos tiempo a que nos atiendan con calma, ni permitimos que las cosas se dispongan de forma adecuada, ni dejamos que el otro piense la respuesta que va a darnos.

En esta época tan vertiginosa tareas como el Taichí, que requieren tiempo de práctica, análisis y compresión progresiva, resultan tediosas. Pero el organismo, salvo en situaciones de alarma en las que peligra su integridad, tiene unos procesos lentos. La digestión, el ritmo cardíaco, la homeostasis, o el control de la temperatura son mecanismos que requieren un tiempo, pues su aceleración tan sólo alteraría su funcionamiento.

Una antigua leyenda china narra la historia de un monje que, paseando por el campo, observó como una mariposa quería salir de su capullo. Como aún era el comienzo de la primavera, el tiempo era frío y el proceso era lento y costoso para el insecto, o al menos eso le pareció al monje. Así que decidió colocar sus manos alrededor del capullo, para transmitir calor y acelerar ese tránsito. Y, efectivamente, eso fue lo que sucedió..., pero la mariposa salió con las alas deformadas y débiles.

El esfuerzo progresivo y lento es el que permite fortalecer el cuerpo, y deja a la mente tiempo de análisis y comprensión para asimilar lo que está aprendiendo. Leer, por ejemplo, permite ajustar la adquisición del conocimiento según su dificultad y nuestra propia capacidad. Podemos parar, releer, repetir mentalmente, y reflexionar en qué medida estamos de acuerdo con ello.

Los vídeos y las películas no dan este margen. La información entra rápidamente, pues así ha sido diseñado, para que no tengamos margen de reflexión o crítica sobre lo que recibimos. Y así es como nuestros procesos mentales están entrando en una mecánica veloz e irreflexiva.

Por eso el Taichí es para detenerse, analizar como colocar el cuerpo y darle un ritmo lento que le permita hacer los ajustes necesarios para que los músculos y las articulaciones encuentren su dinámica natural.

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