
Por eso, la mayor parte de los instructores que impartimos esta disciplina estamos obligados a separar claramente una aspecto de otro, y explicar de forma clara y concisa cómo y qué se trabaja en las clases que impartimos.
Pero sus connotaciones marciales no son el único elemento que induce a desconfiar de esta práctica ancestral. Hay, además, otros factores que pueden generar reticencias, como son:
- Que tenga connotaciones místicas o espirituales.
- Que implique poco trabajo físico, o que sea muy conceptual.
- Que, por el contrario, sea un trabajo demasiado exigente para la condición física del interesado.
- Que resulte demasiado aburrido por su lentitud.
Por eso, los objetivos del Taichí están, o deberían estar, claros para todo iniciado y, de manera esencial, para el instructor que lo imparte. No hay un Taichí mejor que otro, y cada escuela hace hincapié más en unos aspectos que en otros, siendo todos igual de respetables. Sin embargo, aquel que decide enseñarlo ha de tener claro cual es su enfoque, y transmitirlo así desde el principio.
Para mí, por ejemplo, los aspectos primordiales del Taichí son que...:
- Se trabaja la respiración para fomentar la relajación.
- Se afina la intención de los movimientos para desarrollar la sensibilidad.
- Se corrige la postura corporal para lograr equilibrio.
- Se fortalecen las piernas para adquirir estabilidad.
- Se mueve uno despacio para agudizar la conciencia.
- Se aprenden movimientos diversos para adquirir coordinación.
- Se practica en silencio para escuchar el propio cuerpo.
- Etc...
Estas son pautas básicas y genéricas que pueden ayudar a hacer que la práctica del Taichí sea más aceptada, reconocida y valorada de lo que es actualmente, ya que las reticencias surgen del desconocimiento y de un información escasa e imprecisa por parte de algunos instructores.
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