"lo espiritual" en el Taichí (otra vez)

Para entender qué es "lo espiritual" dentro del Taichí, es fundamental entender que no está relacionado con aspectos tales como la meditación o la quietud, sino con aspectos más dinámicos y que requieren mayor concentración y esfuerzo mental. 

Si analizamos a que hace alusión "lo espiritual" dentro de las múltiples religiones y filosofías, nos encontramos un elemento común que subyace a las diversas representaciones externas, las cuales varían con cada cultura. Ese elemento es el anhelo de trascender, es decir, de llevar al ser a un estado diferente del habitual, y en el que los asuntos cotidianos pierden relevancia, al menos dentro del ritual que se realice, para un desarrollo más pleno y consciente de la propia vida.

La meditación sirve para calmar la mente; las posiciones estáticas, como la de "abrazar el árbol", sirven además para fortalecer el cuerpo y aportarle una estructura fuerte y estable; la lentitud de movimientos es útil para corregir la técnica corporal y crear una postura equilibrada y sin tensiones. Hay quienes ven en estos aspectos la parte espiritual del Taichí, pero ninguno de ellos aporta un sentido de trascendencia, si bien son muy útiles para la adecuada realización de los movimientos, la relajación y la corrección de la postura.

Para trascenderse a sí mismos es preciso afrontar aquello que evitamos, lo que incomoda, lo que nos enfrenta con nuestros miedos y tensiones. Dentro del Taichí, es la practica en parejas donde abordamos estas cuestiones. Las artes marciales, en general, buscan la trascendencia por la vía del combate con el otro. Son una metáfora del combate interno con uno mismo, con ese adversario interior que nos hace repetir los mismos patrones, los mismos hábitos, las mismas inquietudes, los mismos temores...

Tan sólo uno de cada diez practicantes de Taichí en occidente deciden abordar la cuestión del trabajo con contacto físico, pues su supuesto objetivo no tienen que ver nada con la lucha, sino con el bienestar personal, la salud y la relajación. Esta actitud no sólo es respetable, sino que es más que suficiente para obtener beneficios del Taichí, tanto físicos como mentales. De lo que hablamos al incluir la interacción con otros es de algo diferente que "trasciende" las prácticas habituales de cualquier práctica gimnástica y, en el caso del Taichí, que "trasciende" el combate, pues éste se entiende como una reciprocidad de intenciones, en la cual la fuerza del otro me sirve para desarrollar mi capacidad de relajación, aprendiendo a ceder y a entender la intención de su energía. No es una cuestión de ganar al otro, sino de crear con él un equilibrio de fuerzas en la que nos permitimos el uno al otro desarrollar la proyección y la absorción de las mismas, en un intercambio alterno de energías.


Cerrar los ojos y moverse con lentitud y parsimonia puede ser útil para concentrarse en algunos aspectos propios del Taichí. Sin embargo, mi experiencia tras más de 20 años dando clases, es que además de no servir para concentrarse mejor, al cerrar los ojos la postura equilibrada tiende a perderse, y se deja de atender a la dinámica propia de la secuencia que se está practicando. La verdadera atención no está sólo en el propio cuerpo, está en el entorno, en el compañero que me empuja, en el coche que coche cruza delante mío, en el viento que sacude los árboles, en todo... 

La conciencia más sutil no se desarrolla en el ensimismamiento, sino en la percepción global de lo que está dentro y de lo que está fuera, hasta que quizá un día uno no sea capaz de sentir la diferencia entre ambos, y comprenda que son lo mismo.

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