control de la ansiedad

El llamado "ataque de ansiedad" es una respuesta orgánica con unos componentes fisiológicos bien definidos y que se puede medir con los instrumentos adecuados. Entre sus principales características están:
  • Aceleración del ritmo cardiaco, pero descenso en su fuerza de bombeo, lo que provoca...
  • Disminución del volumen periférico, que puede manifestarse, eventualmente, en palidez facial.
  • Subida de la presión arterial.
  • Aumento de la frecuencia respiratoria, que se hace menos profunda y más ubicada en la zona torácica superior.
  • Incremento del tono muscular, especialmente en los músculos de la frente, del antebrazo y en el trapecio, situado en la parte superior del hombro.
  • Aumento de la conductancia cutánea, que puede sentirse como una sensación de corriente eléctrica en la piel.

Si bien no son los únicos correlatos fisiológicos mesurables, sí son los más llamativos y los que mayor sensación de angustia provocan en quién sufre el ataque de ansiedad. Estos cambios están controlados por el Sistema Nervioso Autónomo o Vegetativo (SNA), llamado así porque regula innumerables funciones orgánicas sin que tengamos que estar pendientes de ellas, lo cual resulta tremendamente útil.

Sin embargo hay numerosos factores, denominados "factores ansiógenos", que ejercen una influencia particular sobre el SNA, alterando en momentos puntuales su función de equilibrio interno. Entre ellos están el estrés, la fatiga mental, las relaciones interpersonales conflictivas, las emociones excesivamente intensas, el afrontamiento de situaciones temidas, etc. Elementos de la vida cotidiana que se van depositando en la conciencia hasta provocar una reacción de alarma o defensa en el SNA.

La gente que ha sufrido alguna vez un ataque de ansiedad lo relata como algo que "surge de repente" y que se escapa al control voluntario de uno. Pero, ¿realmente se escapa de nuestro control...?

En el SNA hay una función que, aunque inconsciente e involuntaria, podemos hacerla consciente y controlarla, de forma que podamos ejercer cierto grado de influencia progresiva en el SNA. Esta función fisiológica no es otra que la respiración.

Por supuesto, si el corazón se acelera no podemos ejercer una influencia directa sobre él y ralentizarlo voluntariamente, pero sí podemos disminuir el ritmo respiratorio, haciendo que el ritmo cardiaco vaya también disminuyendo y, de esta forma, apaciguar poco a poco la incomoda respuesta de ansiedad. Con la ralentización de la respiración, al activación general del SNA disminuye, sobre todo si esta respiración es de tipo abdominal, y se produce una respuesta contraria a la de ansiedad: la respuesta de relajación.

El control de la respiración es un trabajo que requiere práctica, y que resulta más asequible desde un trabajo dinámico. Muchas son las disciplinas orientales que han desarrollado técnicas específicas para el control de la respiración y, en consecuencia, de las desagradables reacciones de nerviosismo, temor, incertidumbre y ansiedad. El Yoga, el Taichí, las diversas prácticas meditativas de diversas tradiciones, y en la actualidad, gimnasias como la Diafroterapia o incluso algunas variantes del Pilates, todas ellas incluyen en sus mecánicas trabajos específicos para el control consciente de la respiración.

Es en este punto donde el trabajo físico se conecta directamente con el trabajo mental, y cómo a través del cuerpo, podemos ejercer una influencia en nuestro estado anímico. Claro que siempre está la opción, más fácil y asequible, de los ansiolíticos y los antidepresivos; ¡los hay buenísimos...!


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