Recientemente he podido hablar largo y tendido
con mi maestro de “neigong”, y la conversación ha derivado más hacia aspectos
filosóficos que técnicos. Tras enseñarme una nueva secuencia de trabajo
respiratorio, me ha hablado de la situación actual, desde una perspectiva
ética, y en las dificultades que se dan hoy en día para que las personas asuman
y se impliquen en su propio desarrollo personal.
Ciertamente,
cada vez cuesta más encontrar personas dispuestas a afrontar aquello que las
limita, las bloquea e, incluso, las hace enfermar. El grado de paciencia que
los instructores debemos aplicar es inmenso, hasta el punto de tener que
repetir la misma enseñanza 40 o 50 veces a lo largo de un curso, sin que
parezca que tenga un eco real en los alumnos.
Según mi
maestro, y también según los textos clásicos, ninguna enseñanza debe repetirse
más de tres veces en el mismo año, pues los alumnos acaban por asumir,
inconscientemente, que es algo que siempre estará ahí, y que por ello no hay
necesidad de memorizarlo y, en consecuencia, tampoco de integrarlo en el propio
organismo cuando se trata de aspectos corporales.
Son tiempos
oscuros para las antiguas enseñanzas, esas que conectan al ser humano con su
esencia más profunda, y que le permiten desarrollar una vida plena, saludable y
estimulante. Es un época en la que fácilmente nos dejamos arrastras por
sonidos, imágenes y sabores que, apelando al disfrute del momento, nos alejan
de prácticas que hagan de nosotros seres más íntegros, coherentes y honestos.
Vivimos una nueva Edad Media en la que no sólo reina un fervor religioso extremo, sino cientos de
fervores que nos enganchan a tecnologías, deportes, músicas o alimentos. Y nada
parece anunciar un Renacimiento de las Artes y la Cultura, excepto el que cada
cual construya dentro de sí mismo, buscando de forma exhaustiva entre los
legados de pasado; tal y como hicieron Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y otros
que, estudiando los vestigios que dejaron las antiguas culturas clásicas, consiguieron
sacar a la sociedad de ese siniestro fanatismo medieval.
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