Si hay algo
que debería haber enseñado, pero no lo hice, es a dar la importancia suficiente
que poseen, intrínsecamente, muchas prácticas. Cuando bromeas sobre
aspectos de la enseñanza que pueden suponer un cambio radical para la vida de
las personas, estás minimizando su carácter trascendente y, en definitiva,
mermando el posible efecto positivo que esta enseñanza pueda ejercer.
Desde este
punto de vista, y con afán de hacer más asequibles algunos conceptos, a menudo los
he planteado de forma tan distendida, que no he conseguido que mis alumnos les
den la importancia suficiente. Ahora veo que es fundamental el sentido de los
símbolos y de los rituales (como el saludo, la etiqueta, y el respeto a los
momentos de silencio) para que algunas prácticas se manifiesten en toda su
dimensión.
Si un
instructor bromea sobre determinada práctica, el alumno tenderá,
consecuentemente, a adoptar una actitud banal en el desarrollo de la misma. Por
eso, uno siempre tiene los alumnos que se corresponden con su forma de impartir
las clases. Tal es su influencia, consciente o inconsciente.
Otro aspecto
que siempre me ha costado mucho enseñar, y muy relacionado con el primero, ha
sido el relacionado con lo espiritual. He tendido a pensar que lo espiritual es
algo personal, una experiencia individual que cada uno afronta a su manera y
que, hasta quienes se considerar ateos o anti-espirituales, adoptan una forma
concreta de afrontarlo. Para mí, la parte espiritual va íntimamente vinculada a
tres aspectos:
- · El desarrollo del ser, de cara a sacar el máximo potencial de uno mismo. tanto físico (salud), como mental (atención, memoria, lógica, etc.)
- · Mantener unas relaciones fluidas y sin fricciones con los demás.
- · Acceder a unos conocimientos (¿sabiduría?) de forma diferente a la mera absorción de datos o ideas intelectuales.
Estos tres
aspectos dirigen, de forma casi inevitable, a un estado de calma interior, de
tranquilidad y de autoconocimiento, que permiten afrontar las distintas
eventualidades de forma tranquila, consciente y eficaz.
Pretender
enseñar cosas como estas quizá pueda parecer ambicioso, pero ahora, echando la
vista atrás, creo que es algo que he tendido a dar por sentado en mis alumnos,
cuando realmente no se daba en clase tal “actitud espiritual”, ni por mi parte
ni, consecuentemente, tampoco por la suya.
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