la docencia del taichi


Uno de los mayores retos cuando impartes clases de Taichi es afrontar grupos cuyos alumnos poseen capacidades muy diferentes y un grado de experiencia dispar. Así, en una misma clase se juntan integrantes nuevos sin nociones previas de taichi, otros que llevan unos meses y algunos que cuentan su tiempo de práctica por años. Esta situación es muy frecuente en octubre, cuando muchos se inician en este arte o retoman su entrenamiento tras varios meses de parada.

Cuando esto sucede, la pedagogía deportiva recomienda dividir la clase en talleres donde ubicar a los alumnos según su nivel, y darles una tarea en función de sus necesidades de aprendizaje. Esto supone para el instructor un esfuerzo mayor, ya que tiene que desdoblar su atención de manera que pueda supervisar, por turnos, el desempeño de cada uno de los grupos.

Es importante que en cada grupo se establezca uno o varios objetivos concretos, de forma que cada cual sepa si alcanza o no lo que se le ha encomendado. En el taichi, como el mayor parte de las artes marciales en las que se trabajan coreografías o formas, el trabajo principal consiste en que cada uno evalue hasta donde es capaz de realizar la rutina de movimientos que esté aprendiendo sin ayuda de nadie, es decir, cuanto es capaz de hacer por sí mismo.

Entonces es cuando surge una curiosa situación, y es que muchas personas son incapaces de hacer unos pocos movimientos sin que alguien les marque la pauta. Tal momento de incapacidad funcional puede llegar a ser frustrante para el alumno, y el instructor ha de estar muy atento a tal evento, pues puede inducir al practicante a perder su interés por lo que practica. Por eso, independientemente de los grupos que se hayan creado, es fundamental no perder la dedicación individual hacia cada alumno, pues su estado anímico y físico es único y diferente del resto.

Aquí es donde la docencia del taichi se llega a convertir en un arte: el arte de saber darle a cada alumno las instrucciones precisas y específicas a su momento de aprendizaje. De nada vale en un instructor decir que es la pereza o la falta de interés de sus alumnos la que impide su progreso. Si están en clase es porque quieren realmente aprender; es más, si están en TU clase es porque quieren que TÚ les enseñes.

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