¿QUÉ ES EL TAICHÍ?

El Taichí es una dinámica corporal basada en el antiguo arte marcial del Tai-chi-chuan. Sin embargo, no es necesario practicarlo como una disciplina de lucha para obtener buena parte de sus beneficios en la salud. Estos beneficios se pueden resumir en los siguientes ocho aspectos:

Corrección postural:

La búsqueda de una adecuada estructura corporal es el elemento prioritario en nuestra escuela. Que la espalda este alineada en la vertical y sin tensiones innecesarias, es un objetivo esencial para moverse con soltura y suavidad. En el movimiento, la carga a la que sometemos a las articulaciones ha de ser mínima. Esto requiere un análisis exhaustivo del movimiento natural de las mismas, para usarlas con la máxima eficacia y amplitud, y también con el mínimo desgaste.

Relajación física y psíquica:

El control respiratorio se basa en el aprendizaje de diferentes tipos de respiración, con objetivos diferentes. A medida que aprendemos a ralentizarla y a coordinarla con los movimientos corporales, inducimos un ritmo cardíaco cada vez más lento, y una menor activación del sistema nervioso. Esto permite gestionar el estrés y sus efectos contraproducentes.

Coordinación psicomotriz:

El movimiento en Taichí es suave y fluido. Mediante la repetición de rutinas y secuencias específicas, aprendemos a coordinar brazos y piernas, adquiriendo un manejo cada vez más global e integrado de nuestro cuerpo. Esto tiene un efecto directo en nuestras actividades cotidianas, que cada vez se realizan de manera más fácil y menos costosa.

Equilibrio y estabilidad:

Otro elemento importante es aprender a canalizar el peso del cuerpo correcta-mente en las piernas. Así, se vuelven cada vez más fuertes y, al mantener posiciones sobre una sola de ellas, vamos adquiriendo equilibrio en la postura. Esto es más relevante en personas con lesiones en tobillos o rodillas, o en aquellas con huesos débiles. El esfuerzo continuo en las extremidades inferiores minimiza, además, el riesgo de caídas.

Sensibilidad:

La practicar regular nos aporta una mayor conciencia de lo que sucede en el organismo, así como de su potencial y sus limitaciones. De esta manera, adquirimos la capacidad de reconocer hasta donde podemos forzar en cada actividad, y de qué manera podemos sacar el máximo rendimiento a la misma.

Flujo vascular:

Una de las peor entendidas aportaciones del Taichí es la de ampliar la “energía vital”, pues el concepto resulta ambiguo y extraño para muchos. Básicamente, con la práctica constante se fomenta un mayor flujo vascular, aumentando el calor del cuerpo, y evitando así caer en la sensación de destemple que puede favorecer la aparición de afecciones como resfriados o catarros. Esta gestión cardio-vascular es lo que podríamos llamar “control de la energía”, aunque el concepto en sí sea más complejo. Lo importante de este aumento térmico, es que el corazón no se acelera, lo que resulta útil a quiénes padecen patologías en este órgano vital.

Potencia muscular:

El aumento de la fuerza muscular no es tan significativo como en otras disciplinas, ya que se produce de forma progresiva. Sin embargo, en las piernas es evidente desde la primera semana, porque aprendemos a dirigir el peso del cuerpo hacia el suelo, disminuyendo así las tensiones en la espalda. En los brazos, la proyección de los mismos relajando los hombros y el cuello, incrementa la fuerza en los tendones, aportándonos un manejo más preciso de estos.

Concentración:

El objetivo final del Taichí es crear una mayor concentración, mejorando procesos mentales como la atención, la memoria o la comprensión corporal. En sus dinámicas, hemos de estar pendientes de aspectos como la forma de pisar, la manera de colocar la espalda, o la relación entre brazos y piernas. Esto nos traer al momento presente y a la realidad particular de nuestro organismo, permitiéndonos entender sus necesidades y capacidades.


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