Taichí emocional

Aunque no es mi pretensión hacer del Taichí una disciplina que "sirva para todo", si es verdad que con algunas de sus prácticas se tocan temas interpersonales de índole afectiva. Es lo que sucede cuando la gente entrena en parejas, con contacto físico y realizando movimientos que depende de la actitud del compañero con el que se practica.

El grado de implicación de cada cual en el Taichí es muy variable. Algunos lo entendemos como una parte fundamental de nuestra Vida, que abarca aspectos que van desde ser un ejercicio saludable, una técnica de relajación o una displina marcial, hasta aspectos más trascendentales, considerándolo así como una auténtica vía de desarrollo personal. Otros se limitan a una sola de estas facetas, siendo las más comunes las relativas a la gimnasia postural y a la relajación cardio-respiratoria. Ni que decir tiene que el grado de implicación de cada uno es una decisión propia, y que los instructores de Taichí debemos aceptar y entender cada una, para enseñar en consonancia a ella.

Si hay una parte del Taichí que podemos considerar "emocional" es la parte relativa las técnicas en pareja a las que hemos aludido (tui-shou, san-shou, esgrima, combate con palo, etc.) y que muestra como el contacto interpersonal mueve los estados anímicos de forma directa. He podido observar como alumnos con años de práctica constante y consciente, se han visto desbordados al iniciar un trabajo en parejas, hasta el punto de no volver a clase ni volver a saber de ellos tras la realización de una sola sesión. En el instante que comienzas a practicar con algunos de ellos usando un contacto físico directo, percibes el bloqueo fisíco, la sensación de vulnerabilidad anímica y el hundimiento emocional que se está generado.

Aunque intentes cambiar a una actitud que vuelva a darles una distancia de seguridad, el cambio ya se ha producido, pero ¿qué se ha movido? ¿qué les ha afectado tanto...? ¿qué extraños resortes cerebrales han alterado su relación con el Taichí y, en definitiva, con su propio organismo? Las respuestas son esquivas y, cuando las he solicitado de manera directa, en mi afán de entender que ha pasado, se limitan a un "me siento mal..."

No hace mucho viví una experiencia similar con uno de mis alumnos. En un año había pasado de practicar el tui-shou con mucha tensión y rigidez, a una progresiva relajación y sensibilidad que permitía entrenar con él de forma suave y didactica, profundizando en los diversos movimientos y técnicas de las rutinas. Pero un día dejó de acudir a la cita mensual, y su explicación fue que "no me siento cómodo en el grupo", y que "había personas con las que no se sentía bien practicando". Por supuesto, respeto tal decisión, aunque desde mi propia perspectiva entiendo que el verdadero trabajo personal consiste en ser capaz de practicar con quien te gusta, y también con quien no te gusta, con quien aprendes y con quien te lo pone difícil para aprender porque, en el fondo, esa situación no deja de ser también otro tipo de enseñanza.

Ciertamente hay personas con quienes cuesta encontrar la armonía y el flujo relacional (físico, verbal o mental) que posiblite una sensación de bienestar a la vez que un aprendizaje práctico; pero la Vida también es así, un continuo vaivén de encuentros de diversa naturaleza, de los cuales algunos nos agradan a la vez que nos aportan algo, mientras que otros nos incomodan y, aparentemente, no parecen aportarnos nada. Igual sucede en el "empuje de manos": hay compañeros cuya tensión y rigidez parecen impedir la realización de los movimientos, pero la verdadera enseñanza radica en ser capaz de gestionar con relajación esa rigidez. También hay personas que parecen saberlo todo y pretenden adoptar casi siempre una actitud de "maestria" que intenta colocarle a uno en una posición de aparente inferioridad; y esa es precisamente la enseñanza: no sucumbir a esa sensación de inferioridad.

Las enseñanazas son innumerables, y es precisamente en la incomodidad donde resultan más  relevantes. Es lo mismo que sucede con las tensiones musculares: no es tan interesante estirar aquellos músculos que ya están flexibles, sino aquellos que están encogidos y agarrotados, aquellos cuyo alargamiento resulta más desagradble y, a menudo, doloroso. Son esas tensiones musculares, emocionales y mentales, las que se ponen en evidencia cuando alguien "empuja" sobre ellas. Y es ante ese empuje donde se me brinda la posibilidad de tensarme más todavía, alejarme para no ser empujado o, simplemente, ceder y relajarme.


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